domingo, 19 de junio de 2011

El peso de tu ausencia

Nada es igual, se supone que el tiempo lo cura todo pero yo todavía estoy en la etapa en la que la herida se agranda con el recuerdo. Después de nuestro último Boca-River juntos, vino uno aún mejor, uno en el que Palermo hizo su último gol en un superclásico. Se emocionó, besó el tatuaje en honor a su hijo y miró al cielo. Yo miré el teléfono como pidiéndole una línea a dios, besé mi anillo, tu anillo, y miré al cielo. En las pequeñas cosas tu ausencia se hace profunda, aquel “que haces pa” que siempre me decías o el “ja ja ja estaba seguro que me ibas a llamar, hizo el gol Boca y le dije a la tía –vas a ver que ahora llama el flaco”. El domingo pasado fue su último partido en la bombonera y me hubiera gustado estar, estoy complicado de laburo así que no pude y eso en definitiva me trajo un poco de suerte porque en la bombonera te hubiera extrañado aún mas. Desde que dejaste de poder subir la escaleras o me daba miedo llevarte por tus emociones, me conformaba con llamarte y hacerte escuchar la hinchada desde el teléfono. No tener ni eso me resulta muy fuerte para lo que estaba acostumbrado a disfrutarlo. Lo vi por tele, al final te extrañé mucho.

Los chicos están bien, Mateo todavía no entiende mucho y para Joako te hiciste estrella y te fuiste al cielo. Sos la que mas brilla. Dice que un día va a subir y te va a traer abajo de nuevo.
El destino que elegimos para tus cenizas son tus bares, las milongas y un restito en la bombonera. Quedamos con los chicos que en Julio, cuando venía el colorado, las repartiríamos pero no se si voy a viajar. Por ahí lo dejemos para el verano. La guarda corre por mi cuenta y te tengo en el ropero que esta bien prolijo como estaba el tuyo. Algunos creen que estoy medio colifa. No entienden nada. Quise quedarme con tu dentadura pero mis hermanos no me dejaron. Con lo que te costó hacértela y cuanto te lastimaba. De todas formas estoy seguro que en los cementerios esas cosas no se tiran, cuando ande por tu barrio tengo la esperanza de encontrar tu sonrisa en alguna cara pobretona que la haya conseguido de segunda mano. Espero que sea un hombre prolijo, bien afeitado y bien peinado. Te confieso, que ando con un pomo de “La gotita” en el bolsillo pa regalarle si me lo cruzo. No sea cosa que se le parta en una fiesta como a vos y no tenga como arreglarla. Al lado de tus cenizas esta la cajita verde en la que tengo tus cosas y el último frasco de perfume que te quedaba. Cuando la abro, después de unos días de estar cerrada, sale tul olor y si cierro los ojos te veo recién afeitadito, fachero y listo pa la milonga. Como te deben extrañar esas pistas.
En estos casi 5 meses aprendí tantas cosas viejo. Entendí cosas que nunca había entendido, como a la gente que le habla a los muertos, yo además les escribo. Aprendí que significa el verdadero peso de la ausencia de un ser querido y lo que duele el recuerdo. Antes, cuando veía a alguien que hacía tiempo había perdido a un ser querido, me costaba entender que tanto tiempo después, aún no pudiera superarlo. Ahora se que esto no se supera y que sólo me queda saber vivir y convivir con el recuerdo y ese peso de tu ausencia.

Por estos días me dan ganas de andar por flores, preguntarle al angel gris si te vió y buscar tu aroma en los bares de Varela o Avenida del trabajo, hacer tu recorrido al ritmo de punta y taco, jugar al 395 y comprar el clarín. Creo que hasta me dan ganas de oler tus fasos.
Quiero aprender a extrañarte sin sufrir. No quiero olvidarme ni una de tus costumbres y placeres. Hay días en los que me cuesta un poco y otros en los que no tanto.

Hoy es uno de los duros.

Feliz día viejo.

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