Llega tu recuerdo en torbellino,
vuelve en el otoño a atardecer
miro la garúa, y mientras miro,
gira la cuchara de café.
Del último café
que tus labios con frío,
pidieron esa vez
con la voz de un suspiro.
Recuerdo tu desdén,
te evoco sin razón,
te escucho sin que estés.
"que sea lo que tenga ser”,
dijiste en un adiós
de azúcar y de hiel...
El tango es la voz sagrada que cuenta las vidas sin pifiar en nada. El último café marcó el comienzo de lo último que dejabas y lo mejor que diste. La entereza te atrapó esa mañana en la que nos quedamos frente a frente y planificaste la despedida en familia. En la revoltija final encontramos papeles de un crédito de esos días y hasta un paga dios te diste el lujo de hacer. Lo que nunca sabremos es quien habrá sido el destinatario de tus últimas bondades monetarias porque no dejaste huella. Pero seguramente el 395 a la cabeza se llevó algo, tan seguro como que llenaste algunas copas ajenas y propias y sin duda alguna buena mosa disfruta aún tu último regalo romántico.
Suena un tango y escucho rechinar los mocasines en la cerámica de la cocina. Ese chillido molesto para muchos es para nosotros el sonido de viruta o la tierrita 40 años después. Quien habrá sido el boludo que inventó la cerámica sin pensar en el tango. Las fotos de aquella noche te muestran mirando al cielo como diciéndole a pichuco y a los muchachos de flores que ya estabas cerca, que te dejen despedirte pero ya estabas cerca de estar con ellos. Otras te muestran conmovido abriendo un desodorante que te dejo papá Noel. Lo miraste con mucho cariño y lo agradeciste, en esa revoltija final también aparecieron como 5 de esos que se ve que acumulabas de varios regalos. A todos los habras agradecido igual. Tu último perfume está en mi placard y lo cuido como si fuera oro. Es tu olor de los últimos días. Con los ojos cerrados y un tango sonando, veo el tarrito verde, la brocha, un LM largo apoyado en el vaso de los cepillos de dientes con una larga ceniza y a punto de dejarle una marca más. Escucho la afeitadora arrasando tu mejilla y te miro desde abajo con mis 7 u 8 años como queriendo aprender. Sigue Floreal con su orquesta y el tiempo no pasa.
Te graduaste en ceremonial y protocolo de costumbres propias que todo el mundo debería tener.
El la cocina de la casa de tu vieja el tiempo también se detuvo y el pocho está pegado en la heladera obviamente junto a Evita, “que nunca fue como él”. Entre tus cosas sagradas había un recorte de la muerte del gordo Hernan y eso si me puso mal. Me dio pena no ser mas grande para saber como pasaste aquellos días. Perdiste muchos amigos de muy joven y nunca nos sentamos a hablar de esas cosas. Del Ruso fue del que mas hablamos porque fue el último en irse. Con la parca cerca hice un intento por saber de los tuyos y me dijiste “de los que no veo, no pregunto nada, van quedando pocos flaco…” Pero lo del gordo me dolió. Insisto me dolió. Yo se lo que era el para vos y lo que lo bancaste ante todo. Encontramos sus cartas y nos enteramos que le cobrabas los derechos de SADAIC. Que grande el gordo, que confianza, que amigo. Yo también tengo un gordo, te sigo los pasos, pero el mío va a durar mucho porque ahora la gente aprende a cuidarse un poco mas. Eso sí, es bohemio como el tuyo y no toca ningún instrumento pero anda de bar en bar como aquel timbalero incomparable.
Por estos días eras mi héroe pirotécnico y tirabas cañitas con la mano, a las doce el abrazo con tu vieja y tus hermanas y nunca se te caía una lagrima. Ellas, lloraban todas juntitas pero vos no porque sos el único hombre que quedaba en la familia. Después, el abrazo con nosotros un “feliz navidad flaco”, siempre igual, siempre con el mismo tono y la misma intensidad.
Mi brazo derecho dice cuando llegaste y cuando te fuiste. Te rodea tu bandera que también es la mía. También hay un fuelle. Como no ibas a tener un fuelle cerca. Me pongo tus camisas y a las de mangas largas las doblo solo una vez, me miro las manos y veo las tuyas. La genética es increíble.
Dentro de unos días vuelvo al barrio y voy a pasar pos tus rincones. Quiero mantener tu esencia. Me guardo la última llave de tu casa, la que me diste en el hospital. Muero de ganas por abrir esa puerta y soñar que al subir la escalera vas a estar ahí. De fondo crónica TV, olor a faso, mate y un “hola flaco” como siempre. Cuando ande por Varela, si lo veo a Jorge, le doy tus saludos y por ahí hasta le compre un poco de fiambre.
Feliz Navidad!!!
vuelve en el otoño a atardecer
miro la garúa, y mientras miro,
gira la cuchara de café.
Del último café
que tus labios con frío,
pidieron esa vez
con la voz de un suspiro.
Recuerdo tu desdén,
te evoco sin razón,
te escucho sin que estés.
"que sea lo que tenga ser”,
dijiste en un adiós
de azúcar y de hiel...
El tango es la voz sagrada que cuenta las vidas sin pifiar en nada. El último café marcó el comienzo de lo último que dejabas y lo mejor que diste. La entereza te atrapó esa mañana en la que nos quedamos frente a frente y planificaste la despedida en familia. En la revoltija final encontramos papeles de un crédito de esos días y hasta un paga dios te diste el lujo de hacer. Lo que nunca sabremos es quien habrá sido el destinatario de tus últimas bondades monetarias porque no dejaste huella. Pero seguramente el 395 a la cabeza se llevó algo, tan seguro como que llenaste algunas copas ajenas y propias y sin duda alguna buena mosa disfruta aún tu último regalo romántico.
Suena un tango y escucho rechinar los mocasines en la cerámica de la cocina. Ese chillido molesto para muchos es para nosotros el sonido de viruta o la tierrita 40 años después. Quien habrá sido el boludo que inventó la cerámica sin pensar en el tango. Las fotos de aquella noche te muestran mirando al cielo como diciéndole a pichuco y a los muchachos de flores que ya estabas cerca, que te dejen despedirte pero ya estabas cerca de estar con ellos. Otras te muestran conmovido abriendo un desodorante que te dejo papá Noel. Lo miraste con mucho cariño y lo agradeciste, en esa revoltija final también aparecieron como 5 de esos que se ve que acumulabas de varios regalos. A todos los habras agradecido igual. Tu último perfume está en mi placard y lo cuido como si fuera oro. Es tu olor de los últimos días. Con los ojos cerrados y un tango sonando, veo el tarrito verde, la brocha, un LM largo apoyado en el vaso de los cepillos de dientes con una larga ceniza y a punto de dejarle una marca más. Escucho la afeitadora arrasando tu mejilla y te miro desde abajo con mis 7 u 8 años como queriendo aprender. Sigue Floreal con su orquesta y el tiempo no pasa.
Te graduaste en ceremonial y protocolo de costumbres propias que todo el mundo debería tener.
El la cocina de la casa de tu vieja el tiempo también se detuvo y el pocho está pegado en la heladera obviamente junto a Evita, “que nunca fue como él”. Entre tus cosas sagradas había un recorte de la muerte del gordo Hernan y eso si me puso mal. Me dio pena no ser mas grande para saber como pasaste aquellos días. Perdiste muchos amigos de muy joven y nunca nos sentamos a hablar de esas cosas. Del Ruso fue del que mas hablamos porque fue el último en irse. Con la parca cerca hice un intento por saber de los tuyos y me dijiste “de los que no veo, no pregunto nada, van quedando pocos flaco…” Pero lo del gordo me dolió. Insisto me dolió. Yo se lo que era el para vos y lo que lo bancaste ante todo. Encontramos sus cartas y nos enteramos que le cobrabas los derechos de SADAIC. Que grande el gordo, que confianza, que amigo. Yo también tengo un gordo, te sigo los pasos, pero el mío va a durar mucho porque ahora la gente aprende a cuidarse un poco mas. Eso sí, es bohemio como el tuyo y no toca ningún instrumento pero anda de bar en bar como aquel timbalero incomparable.
Por estos días eras mi héroe pirotécnico y tirabas cañitas con la mano, a las doce el abrazo con tu vieja y tus hermanas y nunca se te caía una lagrima. Ellas, lloraban todas juntitas pero vos no porque sos el único hombre que quedaba en la familia. Después, el abrazo con nosotros un “feliz navidad flaco”, siempre igual, siempre con el mismo tono y la misma intensidad.
Mi brazo derecho dice cuando llegaste y cuando te fuiste. Te rodea tu bandera que también es la mía. También hay un fuelle. Como no ibas a tener un fuelle cerca. Me pongo tus camisas y a las de mangas largas las doblo solo una vez, me miro las manos y veo las tuyas. La genética es increíble.
Dentro de unos días vuelvo al barrio y voy a pasar pos tus rincones. Quiero mantener tu esencia. Me guardo la última llave de tu casa, la que me diste en el hospital. Muero de ganas por abrir esa puerta y soñar que al subir la escalera vas a estar ahí. De fondo crónica TV, olor a faso, mate y un “hola flaco” como siempre. Cuando ande por Varela, si lo veo a Jorge, le doy tus saludos y por ahí hasta le compre un poco de fiambre.
Feliz Navidad!!!