La tecnología ha modificado, incluso las mesas
de café. Hoy la virtualidad ha llevado la esencia de las mesas de café a los
grupos de WhatsApp. No soy la excepción y tengo varios grupos, uno de ellos
tiene un integrante que vive en Chile (Rulo), varios en Buenos Aires, (Vicha,
Pipo, Kiko, Momo, Mario, Leo, Gaby, el Gallego, Rodo, Tola y el alemán) y Dani
y yo en Córdoba. El deporte siempre es un tema en el grupo y en especial el
futbol. En estos días de Olimpiadas también se dieron varias discusiones. La
última ya casi con los juegos terminando la disparó Pipo. Tiro un mensaje que
proponía a Manu Ginóbili como el mejor deportista argentino de todos los
tiempos. Rápidamente empezaron las respuestas desde todas las latitudes. Unos
de acuerdo y los otros no. En lo personal mi opinión es que el mejor en algo debería
ser el mejor en lo suyo y entre los suyos. En ese sentido, mas allá de sus
logros y grandeza no tengo a Manu en mi podio. Pero no es esta la reflexión que
viene al caso. El disparador del editorial fue un comentario de Rulo (Gustavo
Esposito) quien concluía que para definir al mejor deportista de Argentina no
podría dejarse de lado el costado cultural incluyendo el deporte del que se
hablaba y el legado social este que dejaba. A esto podemos sumarle el
desarrollo mediático del perfil de los ganadores: Pareto se esforzó como nadie toda su vida, Del Potro superó una gran
lesión y la medalla de oro de navegación
superó un cáncer de pulmón. Yo creo que casi seguramente el 100% de los
participantes olímpicos deben tener perfiles con historias de mucho esfuerzo.
No creo que nos enteremos cuales son los que le hacen los cuernos a su señora,
los divorciados que no pasan cuota alimentaria o lo que dejaron un crédito sin
pagar. Lo que quiero decir es que también son personas comunes. Lo que creo que
marca una diferencia social y cultural, que en muchos casos es un plus
motivacional son las influencias culturales que van mas a alla de ese
competidor en general, pero que formaron su ámbito de desarrollo durante mucho
tiempo. Un latino en ese aspecto, sabe que el esfuerzo es lo primero que va a
necesitar para cualquier meta de su vida.
Quienes vivimos en el tercer mundo sabemos que
nacimos con el karma de tener que esforzarnos para todo, un poco mas. Cualquier
argentino puede escribir un libro sobre el esfuerzo. Basta con preguntarle a
cualquiera que haya viajado en el Sarmiento en el Gran Buenos Aires o a un peón de la zafra en Tucumán o a un
marinero del sur esperando que lo llamen para participar de una marea o
navegando en la misma sin saber cuando vuelve y con que ganancia lo hará. En
ese contexto el deporte es sólo un ámbito en el que esto se repite. Por eso
cuando analizamos el perifil de los grandes campeones encontramos estos
esfuerzos ejemplares. el sólo hecho de ser argentino ya es un esfuerzo. En lo
personal, tengo una teoría que dice que el fracaso es el puntapié necesario
para el éxito. Por eso, el mismo Del Potro que no quiso jugar la Davis, tuvo
que lesionarse y morder el polvo durante un año y medio para volver con todo.
Por eso, creo que lo mejor que le pasó a Messi es haber perdido las finales que
perdió. Son los primeros escalones que probablemente lo lleven a la cima. Tocar
fondo para empezar a subir. Sufrir y fracasar para reponerte y llegar mas alto.
Asi se llega a las medallas de oro y a las conquistas legendarias. Si en Bahía
Blanca se jugara el mejor basquet del mundo, Manu probablemente no sería uno de
los mejores.
El sufrimiento es la gran escuela. Cuando
llegue el día en que la Argentina funcione, que la gente deje de sufrir, que su
vida sea mas fácil, que se invierta en
deporte y que baje la inflación, cuando llegue ese día, no ganamos mas nada.