lunes, 22 de agosto de 2016

Que no baje la inflación

La tecnología ha modificado, incluso las mesas de café. Hoy la virtualidad ha llevado la esencia de las mesas de café a los grupos de WhatsApp. No soy la excepción y tengo varios grupos, uno de ellos tiene un integrante que vive en Chile (Rulo), varios en Buenos Aires, (Vicha, Pipo, Kiko, Momo, Mario, Leo, Gaby, el Gallego, Rodo, Tola y el alemán) y Dani y yo en Córdoba. El deporte siempre es un tema en el grupo y en especial el futbol. En estos días de Olimpiadas también se dieron varias discusiones. La última ya casi con los juegos terminando la disparó Pipo. Tiro un mensaje que proponía a Manu Ginóbili como el mejor deportista argentino de todos los tiempos. Rápidamente empezaron las respuestas desde todas las latitudes. Unos de acuerdo y los otros no. En lo personal mi opinión es que el mejor en algo debería ser el mejor en lo suyo y entre los suyos. En ese sentido, mas allá de sus logros y grandeza no tengo a Manu en mi podio. Pero no es esta la reflexión que viene al caso. El disparador del editorial fue un comentario de Rulo (Gustavo Esposito) quien concluía que para definir al mejor deportista de Argentina no podría dejarse de lado el costado cultural incluyendo el deporte del que se hablaba y el legado social este que dejaba. A esto podemos sumarle el desarrollo mediático del perfil de los ganadores: Pareto se esforzó como nadie toda su vida, Del Potro superó una gran lesión  y la medalla de oro de navegación superó un cáncer de pulmón. Yo creo que casi seguramente el 100% de los participantes olímpicos deben tener perfiles con historias de mucho esfuerzo. No creo que nos enteremos cuales son los que le hacen los cuernos a su señora, los divorciados que no pasan cuota alimentaria o lo que dejaron un crédito sin pagar. Lo que quiero decir es que también son personas comunes. Lo que creo que marca una diferencia social y cultural, que en muchos casos es un plus motivacional son las influencias culturales que van mas a alla de ese competidor en general, pero que formaron su ámbito de desarrollo durante mucho tiempo. Un latino en ese aspecto, sabe que el esfuerzo es lo primero que va a necesitar para cualquier meta de su vida.
Quienes vivimos en el tercer mundo sabemos que nacimos con el karma de tener que esforzarnos para todo, un poco mas. Cualquier argentino puede escribir un libro sobre el esfuerzo. Basta con preguntarle a cualquiera que haya viajado en el Sarmiento en el Gran Buenos Aires  o a un peón de la zafra en Tucumán o a un marinero del sur esperando que lo llamen para participar de una marea o navegando en la misma sin saber cuando vuelve y con que ganancia lo hará. En ese contexto el deporte es sólo un ámbito en el que esto se repite. Por eso cuando analizamos el perifil de los grandes campeones encontramos estos esfuerzos ejemplares. el sólo hecho de ser argentino ya es un esfuerzo. En lo personal, tengo una teoría que dice que el fracaso es el puntapié necesario para el éxito. Por eso, el mismo Del Potro que no quiso jugar la Davis, tuvo que lesionarse y morder el polvo durante un año y medio para volver con todo. Por eso, creo que lo mejor que le pasó a Messi es haber perdido las finales que perdió. Son los primeros escalones que probablemente lo lleven a la cima. Tocar fondo para empezar a subir. Sufrir y fracasar para reponerte y llegar mas alto. Asi se llega a las medallas de oro y a las conquistas legendarias. Si en Bahía Blanca se jugara el mejor basquet del mundo, Manu probablemente no sería uno de los mejores.

El sufrimiento es la gran escuela. Cuando llegue el día en que la Argentina funcione, que la gente deje de sufrir, que su vida sea mas fácil,  que se invierta en deporte y que baje la inflación, cuando llegue ese día, no ganamos mas nada.


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