Mateo conoció a Nico en jardín, apenas tenían 4 años. Poco a
poco se hicieron amigos y su vínculo se distinguió del que tenía con los demás,
junto con Santi formaron un trío que trascendía el día a día y de esos que
piden siempre ir a dormir a la casa del otro. Se veían todos los días pero eran
incansables. Recuerdo los cumpleaños de Nico en su casa y a Mateo pidiendo
siempre quedarse un ratito mas o quedarse a dormir. Cuando llegan los
cumpleaños de Mateo, Nico y Santi son los dos nombres que siempre están.
Cuando llegaron a cuarto grado, los padres de Nico se
separaron y todo cambió. Nico se mudó con su mama lejos de donde vivía, cambio
de colegio y el vínculo se hizo mas difícil. Se vieron algunas veces pero la
logística lo hacía complicado. Santi, en cambio vive más cerca y con él aun se
ven. Mateo, cambió de cole en quinto grado y al dejar de ver a sus compañeros
la relación se diluyó un poco. Pero Nico y Santi son siempre son Nico y Santi.
Los nombra, los tiene presentes y los invita para su cumpleaños. Mateo es de
esas personas que hace amigos en todos lados y siempre lo invitan a reuniones y
cumpleaños, tiene muchos amigos y algunos especiales.
Por alguna razón inexplicable, por alguna injusticia demencial,
por un destino incomprensible o una tragedia inevitable Nico ya no está. Con
sólo 11 años una maldita apendicitis se lo acaba de arrebatar a su familia.
En estos días de encierro, hace apenas una semana y casi
contra nuestra voluntad decidimos comprarle a Mateo un celular para que no se
sintiera tan solo. A los pocos días ya tenía
varios grupos e incluso uno con sus ex compañeros. Hasta lo invitaron a una
reunión de Zoom.
Hoy ese vinculo digital nos obligó a darle la noticia cruda
y rápidamente para evitar que se entere por sus amigos. No existe una forma piadosa
de dar una noticia así, nos hubiera gustado tener un poco más de tiempo para
contarle de a poco pero no fue el caso, no tuvimos esa oportunidad. Debatimos
sobre cómo hacerlo, intercambiamos opiniones y tomamos una decisión. La incertidumbre
era grande y la ansiedad inmensa. Como padres tomamos coraje y luego de
recuperarnos un poco se lo dijimos. Se quebró, soltó un llanto inconsolable y
lo abrazamos entre lágrimas para contener su dolor. Intentamos dar alguna
explicación a algo que ni siquiera nosotros se la encontramos.
Uno nace asimilando que sus padres algún día no estarán pero
cuando pasa duele y mucho. Pero uno nunca espera que un amigo lo deje, ese es
un momento que uno no se imagina y pretende que nunca llegue. Yo perdí el
primero a los 50. A los 11, no es siquiera imaginable. Los niños no mueren
porque cuando un niño muere se rompe todo. Se pierde la razón, la creencia
religiosa, la fe, la esperanza. El desgarro del alma y el dolor son insoportables.
Josefina nació amiga de Mateo porque somos amigos, vecinos,
casi parientes de su padres y hasta quinto grado también hicieron todos juntos.
Tienen un vinculo especial. En esta desgracia, es una fortuna que no fuera tan
cercana a Nico.
Entró, cruzó la casa y fue hacia la galería donde estaba Mateo.
Esta vez, sin bailes y sin gritos. No dijo nada, se mantuvo inquebrantable, imperturbable, no miró al rededor, no se
distrajo. Estábamos a un metro y no nos percibió. Sabía hacia donde iba, tenía
un destino claro y urgente. Se paró a su lado y lo miró con ternura, Mateo bajó la cabeza para llorar y Josefina sin
decir una palabra apoyó la mano en su espalda, la cabeza en la de su amigo y lo abrazó. Supo
de inmediato que hacer y que necesitaba su amigo. Le regaló ese silencio único
que dice más que un millón de voces y que sólo te lo puede dar quien te conoce
y te quiere. Le regaló una madurez que no es propia de su edad pero su corazón y
su cabeza parecen haber crecido más rápido que ella. Nos deslumbró con su
sensibilidad y nos sorprendió con su simpleza. Lo que a nosotros nos llevó
varios minutos y una cantidad de dudas considerables resolver, Josefina lo resolvió con un gesto.
Ella ni siquiera lo sabe pero es un gesto que él no olvidará
jamás, él ni siquiera lo imagina pero ella ocupa un lugar en su corazón destinado
a lo sagrado, a lo incondicional.
Con el tiempo el dolor será menor y en ellos el recuerdo de
Nico será imborrable.