viernes, 23 de julio de 2010

Julia Peña "La mujer perfecta"

Eso era Julia para Gerardo, una mujer perfecta. Es que una mina que odia a Brown tanto como él, no podía tener otro destino que ser su esposa. Gerardo siempre cuenta que se conocieron en la casa de Juan Dorrego, el puntero político mas famoso de Laferrere. Julia era secretaria de Dorrego y la encargada de darle las entradas a los hinchas de Lafe entre los que estaba Gerardo. Todo pasa en una oficinita que Dorrego tiene en su garage.
Gracias a eso Gerardo podía ir a ver gratis a Lafe todos los sábados de local. Sino fuera así, sus escasos bolsillos no le permitirían ni pasar por la puerta de la cancha.
Julia siempre se acuerda que los primeros años fueron muy buenos, Gerardo era bastante compañero con ella y la trataba muy bien. Nunca tuvieron hijos porque Julia no puede, pero Gerardo nunca se hizo mucho problema, trabaja toda la semana en la fabrica de aberturas de la ruta 3 a la altura del km 38, entra muy temprano y antes de llegar a casa pasa por el bar de Pedro y por su vermut diario. Le gusta llegar a casa medio picado porque se siente mas querendón. A veces llega un poco pasado y mas que querendón se pone pesado. Julia nunca le niega un rato de cariño y se aguanta cualquier cosa.
Se venía el clásico con el enemigo de toda la vida y Gerardo ya había hecho un par de apuestas. Necesitaba imperiosamente que Lafe gane porque no tenía suficiente dinero para pagar lo que había apostado, una derrota lo dejaría altamente comprometido. Se sentía seguro y no dudaba en lo mas mínimo que su Lafe le daría una alegría y aplastaría a Brown. Soñaba con una victoria memorable de esas de las que se habla por años y que con cánticos y pintadas una hinchada se lo recuerda a la otra cada vez que puede. Ambos llegaban al tope de la tabla y el que ganaba estaría a una fecha de ascender. En este tipo de duelos del lejano oeste la condición de local juega un papel muy importante y esta vez le tocaba a Almirante, encima desde que el visitante no puede asistir a los estadios no quedaba otra que mirarlo por tele, una locura. Para Gerardo, un partido que envuelve esta pasión debería jugarse en el monumental para que vaya todo el mundo. Faltaba una semana y Gerardo estaba como gato enjaulado, la idea de mirarlo por tele no le cerraba. Le comentó a Julia que le gustaría verlo en vivo.
-Che Julia y si saco entradas y voy camuflado?
-Estas loco? La mitad de los barras te conocen, si te ven te matan. Además no tenemos plata.
-Si pero no me aguanto verlo por tele, es el partido de mi vida.
Julia lo miró y enseguida se le ocurrió algo. Su padrino era dirigente de Almirante y por ahí si lo llamaba le conseguía alguna entrada. Pasaron los días y a tres días del partido Julia esperó a que Gerardo volviera del trabajo como siempre pero esta vez, se puso en el escote dos entradas que su padrino le había regalado. Gerardo querendón y picado como de costumbre la agarró de atrás, le puso primero las manos en la cintura y después de un lenguetazo en la nuca le metió la mano en el escote.
-Julia que es esto? Plata no es porque no tenemos y menos tanta como para esconderla.
-Fijate
-No te puedo creer!!!! Gracias mi amor, sos increíble, pero de donde salieron?.
-Me las regaló mi padrino.
-Mirá vos, tan tarado no es entonces.
-Mas o menos porque me las dió y me dijo “Anda con él así después me contás como lloró con la goleada”. Agarré las entradas, lo mandé a la mierda y me vine.
Julia que tenía embobado a Gerardo le dijo que ya sabía como hacer para camuflarlo. Le hizo una camiseta de Almirante con sus propias manos y un gorrito que le tapaba casi toda la cara.
-Estas loca? no me pongo eso ni loco. Es una deshonra que esos colores toquen mi cuerpo. Si los muchachos se enteran no me lo perdonarían ni muerto.
-Y si queres ver el partido vas a tener que hacer el esfuerzo porque te conocen todos, y si algo no esperan, es que si tuvieras la loca idea de ir, te aparezcas con una camiseta y un gorrito de Almirante.
-Tenés razón, pero por dios no se lo digas a nadie. Salgo de la cancha y la prendo fuego a esta mierda.
A Gerardo ir con Julia no le hacía ninguna gracia pero ir sólo no le cerraba mucho y claro esta que no podía decirle a ningún otro. Julia había ido muy pocas veces así que no tenía que esconderse.
Llega el día del partido y Gerardo se pone la camiseta y arriba un buzo que la tapaba toda, se mete el gorrito en un bolsillo y salen con Julia para la cancha. A medida que se acercaban al estadio Gerardo tenía cada vez mas palpitaciones, sentía que todos lo miraban a él. Julia le dijo que se sacara el pullover porque alguno podía dudar, Gerardo le hizo caso y se ató el buzo a la cintura. Se miraba el pecho y no lo podía creer, se sentía raro, caminaron un par de metros mas y se puso el gorrito.
Ya en la tribuna se acomodó en un rincón, el padrino de Julia le había dado populares con una idea mas parecida a la venganza que a un favor. Gerardo casi que lo disfrutaba pensando como iba a gastarlo la próxima navidad.
Empezó el partido y estaba parejo, el primer tiempo terminó 0 a 0 y con varias amarillas de los dos lados. Se habían pegado bastante. Corría el segundo tiempo y el 9 de Brown se filtra entre los centrales de Lafe, era bastante rápido y los dejó en el camino obligando al arquero a salirle y hacerle penal. Último hombre, expulsión y penal. Gerardo sintió que se moría, quedaban 25 minutos pero lo veía muy difícil, ya se conformaba con un empate. Va el mismo 9 al que le habían hecho el penal y pone la pelota en los doce pasos. El arquero de Lafe era un nene de 19 años que había debutado en primera en un amistoso y todavía no había entrado nunca por partidos oficiales. El 9 miró al arquero a los ojos y se rió, casi sin carrera como pateaba aquel Socrates de Brasil le dio un puntazo a la redonda y se le fue apenas arriba del travesaño. Gerardo se mordió los dientes con tanta fuerza que se le rompió uno que ya estaba medio liquidado. De la emoción no lo notó hasta unos minutos después. El estadio era un cementerio, no se escuchaba a un sólo hincha, es mas, afinando un poco el oído, se podía escuchar hasta a los jugadores. Las ganas que tenía de saltar y festejar eran casi incontrolables. Siguió el partido y cuando faltaban apenas 3 minutos le queda un mano a mano otra vez al mismo 9 que patió el penal, con muy mala pericia la adelanta un metro de mas y le da tiempo al arquerito de 19 años a salir y darle un puntazo a la pelota con los ojos cerrados. La redonda casi cruza el medio y la pone sin intentarlo en absoluto, en los pies del melena Garcia, apenas atrás de la linea del medio campo por ende no había off-side, Almirante estaba todo en campo de Lafe porque lo tenía casi liquidado, melena la paró con la izquierda y la adelantó con la derecha. Para Gerardo la corrida de melena fue como la de Burru en el gol de la final del 86, sólo que melena corría sin marca, no lo podía errar. El arquero le sale desde lejos, mas allá del area grande y cuando melena lo encara le tira una patada al pecho. Melena había alcanzado a adelantar la pelota y después de la patada cae pero alcanza a levantarse y seguirla hasta empujarla en el arco. Gerardo veía atónito como se metía la pelota y se olvidó de todo. Levantó los brazos y pegó el grito gooooooool, gooool carajo!!!!!. Julia lo miró y no lo podía creer, vinieron de inmediato a su cabeza como flashes las imágenes de las tantas palizas que Gerardo le había dado, se acordó de cada uno de los golpes que le daba y de las tantas veces que la quemaba con el cigarrillo porque decía que cuando gritaba lo excitaba. Se dio cuenta que vivía aferrada a esos primeros y muy cortos años de amor en los que no se había permitido darse cuenta como había cambiado todo. La bebida y la mala vida habían hecho estragos en Gerardo y este en Julia. El grito de gol de Gerardo parecía haberla despertado de esa pesadilla de maltrato y vejación. Su instinto de supervivencia se adueñó de ella y visualizó la oportunidad que su alma esperaba. Gerardo seguía con los brazos en alto y fue entonces cuando Julia recordó que la camiseta no estaba mas que hilvanada muy suavemente porque no había conseguido una máquina para terminarla. Respiro hondo, muy hondo, cerró los ojos y desde atrás y tomando la camiseta del cuello tiró con todas sus fuerzas y dio un paso hacia atrás. El torso de Gerardo quedó al desnudo mostrando sus dos enormes tatuajes, el del pecho que decía “Lafe sos mi vida” y el de la espalda “Almirante cagón”.
Gerardo no pudo siquiera girar para ver la cara de Julia, lo mataron a palos.
Al velorio no fue nadie y solo llegó una corona que decía “Los traidores van al infierno”

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