miércoles, 16 de diciembre de 2009

-El bar sin tiempo

(26/11/2009)
Matemáticamente el tiempo se deja administrar de varias maneras. Algunas de ellas son el día, la semana, el mes, el año, el lustro, la década, etc. A veces los períodos de tiempo están signados por hechos determinados y puntuales, antes o después de Cristo, posguerra, etc. También hay períodos o etapas temporales en los cuales es imposible tener una fecha exacta de su comienzo o de su fin. Dichos períodos suelen ser llamados épocas y muchas de las cuales son conocidas por modas o artes determinadas. Así aparece la época del pelo largo, la época de los milicos, la de los hippies, la época de Matusalén, etc.

En Bulnes 331. Mas precisamente Bulnes y Perón, en Almagro hay un bar donde no hay tiempo, o mejor dicho, donde todos los tiempos son iguales.

El extraño fenómeno produce que al poner dentro apenas un pie, perdemos la noción del tiempo y ya no podemos saber en que época, día, semana o lustro estamos viviendo. Tamaña tentación me produjo esta historia que decidí visitarlo. Fue un día común y corriente aunque muy caluroso por cierto. Estaba a punto de largarse un tormentón así que apuré el tranco y casi me tiré dentro del bar. Con el apuro y la torpeza de la ocasión choqué con una señorita muy elegante, rubia y alta, de vestido rojo y que casi tiro al piso. La manotié en el aire y casi al trote le pedí perdón. No llegué a ver si estaba ya del todo en pié que me metí en el bar. El lugar tiene mas de 50 años, muy viejo. Hay botellas de ginebra Bols con tierra de mas de un siglo, paredes arrumbadas y húmedas. El revoque tiene agujeros por donde se ven los ladrillos. Pero también hay un plasma que pasa Bob Marley. Las mesas son de madera y muy viejas pero las sillas de metal y un poco mas nuevas. Aunque también hay banquitos de plásticos de estos días. Estaba llenísimo. La mayoría eran chicos de no mas de 30 años con una apariencia hipesca. Pero también había algunos medio veteranos de igual onda. Los mas colgados eran tres cuarentones vestidos como si vendrían de cenar de puerto madero.

El bar no tiene mas 45 o 50 metros cuadrados. Me acerqué al cantinero que de la cintura para abajo tenía pantalones de vestir y mocasines pero de la cintura para arriba musculosa y peinado rasta.

-Amigo, es verdad que acá no pasa el tiempo?

-No es tan así. Es verdad que el tiempo acá no pasa como en todos lados. Pero no es que no hay tiempo. Acá el tiempo se mide de otra manera. No hay relojes ni almanaques. Acá el tiempo se mide con la música.

Entonces me explicó. Cuando toca una banda moderna el tiempo pasa rápido. Si justo en ese momento pasa uno vendiendo plasmas le compran uno y lo ponen.

Pero el bar parecía mas viejo que nuevo y entonces acoté.

-Pero este bar parece mas viejo que nuevo.

-Que bueno que lo note. Este bar supo tener plasmas por todos lados, baños automáticos, wii-fi, luces electrónicas y un sistema de sonido inalámbrico único en el mundo. Siempre tocaban bandas modernas. Hasta que apareció Don Osvaldo.

-Quién?

-Don Osvaldo. Un cantante de Tango de barrio de los que ya no hay. Ahora no podemos dejar de escucharlo. Entonces vamos mas pa´ tras que pa´delante. A veces le pedimos que deje de cantar porque se corta la luz y aparecen las velas. Se apaga el ventilador y desaparecen las gaseosas y aparece la esperidina. La gente lo escucha 4 o 5 temas y sale un rato porque sino se transforman en chicos de muy poca edad y no pueden terminar el fernet. Un vez una señora entró con un bebe y se fue embarazada.

Apareció Don Osvaldo y ahí quedé. No pude dejar de escucharlo y con sus repertorios me llevó por todos los tiempos. Me paseó por la adolescencia y me hizo sufrir de amor con el pecho arrugado como cogote de tortuga. Aparecí en casa y lo vi al viejo con el faso en la boca, el tarrito con agua, la brocha con la crema de afeitar y listo para pasarse la gillette con hoja nueva que recién cambiaba. Apareció mi tío y ponía unos magazine en el auto para salir de joda con la tía. Pasó un falcon verde y tiró unos tiros porque tanta gente junta los ponía nerviosos. Por suerte Don Osvaldo hizo un corte y pude salir. Cuando me iba veo una mulata infernal con pinta de africana que encaraba para la primera mesa. Quise cruzar palabra y me esquivó. Me parece que no hablaba castellano. Se sentó al lado de un tipo con facha de ingeniero. Que suerte tiene el maestro, pensé!!!!!

Ya en la puerta, veo una rubia alta de vestido rojo que me pareció conocida. La ayude a hacer pié. Parecía haber tenido un tropezón.

www.barderoberto.com.ar

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